jueves, 28 de julio de 2011

Primer intento

Ojala pudiera escribir como lo hacía hace unos años, donde me dejaba llevar por las palabras y ellas me llevaban de la mano hacia mundos insospechados. Donde cualquier cosa se unía con cualquier otra, creando puentes paralelos, en un espacio indescifrable. Mientras caminaba por esos puentes apretaba el paso en el empedrado mágico, y los duendes peinaban mi pelo, haciendo rulos, como escaleras hacia el horizonte. Algunos puentes eran firmes, otros eran levadizos; entradas de castillos siniestros. Otros eran colgantes. Aquellos me daban miedo porque al correr y saltar, se movían, y la soga que hacía de baranda me daba inestabilidad. Tuve que dejarme caer, por no soportar la presión. La caída resultó ser muy agradable, casi infinita pero agradable. Descubrí que las nubes sí son de algodón, y que uno se puede sentar en ellas. Que un arcoiris realmente es un tobogán y que al final de ellos hay una bolsa con monedas de oro. Tomé algunas y eran de chocolate: me las tuve que comer. Seguí bajando hasta caer en un globo, que me llevó de viaje por los cielos hasta que tuve que bajar. Allí estaba el piso, y las palabras tiradas en el pasto. Como un gran rompecabezas comencé a unirlas, la presión con la poción, la naturaleza con la ciencia, a la santa con satan. A las palabras que se asomaban en mi conciencia, escapándose a la inconsciencia.

Ojalá pudiera escribir como hacía hace unos años, sentada en un tronco espero a la inspiración que un buen día vino y luego se fue. Comienzo a creer que se fue porque no la escuché, como una novia despechada, se llevó su talento para otro lado. Tal vez el talento consiste en poder escuchar a las musas, y no decirles “y mira, re bueno lo que me estás diciendo pero ahora estoy en el bondi y me estoy yendo a laburar, ¿donde queres que lo anote? No tengo tiempo para pensar eso, si puedo el fin de semana me siento y hago algo, que se yo”. Listo, la perdiste. Seguro que ya se esta comprando el pasaje de ida para ir a buscar a otro que si le de pelota, no como vos. Y así paso, se fue, se tomo el palo, No lo quería creer, prefería echarle la culpa a ella, pero ahora me di cuenta que la culpa era mía. Y peor, me di cuenta de que la había rechazado mas de una vez. Y si, no es una arrastrada, habrá alguien mas que la sepa escuchar.

Ojala pudiera escribir como hacía hace unos años, con la simpleza de esperar que la palabra se una, con esa majestuosidad infinita de creer que uno espera y espera, y ¿al final que encuentra? Un espacio vacío, un blanco mental, que es como el agujero negro del universo. ¿Que es la nada? ¿Algo que no es, o algo que no podemos identificar? No porque no lo veamos no existe, no es “no veo no lo creo”. Hay cosas que no vemos y que son, el mundo no se apaga cada vez que pestañeamos. La pestaña, curioso pelo corto en nuestros ojos. Si el ojo es la ventana del alma, los parpados son las cortinas, las pestañas son sus flecos, como los flecos de la bufanda, de una cartera, de un chaleco. Un chaleco psicodélico usado para la fama, colgado ahora en un placard, esperando ser usado por alguien que vuelva a traer la psicodelia a nuestra vida, que hoy es tan gris, como aquellos que se la pasan mirando el cielo gris y dicen que es un día horrible. ¿Y que te importa eso? ¡Un día es un día como cualquiera, depende de lo que vos hagas de el! ¡Deja de quejarte, pensá en otras cosas que son mas importantes!

Ojala pudiera escribir como hace unos años digo, y mientras escribo siento la decepción del vacío, de sentirme sin magia, desesperanzada, queriendo recuperar un brillo perdido. ¿Volverá? Tal vez debo resignarme a que aquello que fue no volverá a ser, y que esta señora musa me podrá volver a visitar, pero con otro equipaje, con otras ideas, algo escrito con otros colores. Después de todo, yo tampoco soy la misma que era hace unos años.
No cantemos derrota. Un día de estos puede que recupere mi magia perdida.

domingo, 24 de julio de 2011

Giros

"Deme un punto de apoyo 
y moveré el mundo" 
Arquímedes

Todos tenemos un punto de apoyo, aquel que de desaparecer, nos haría caer. Como Aquiles con su talón, por más fortaleza que tengamos, siempre hay un punto, preciso, que puede derrumbarnos todo lo demás. Puede ser una flecha precisa, rápida y mortal, o una brisa soplando un castillo de naipes. Nuestra fortaleza ayuda, por supuesto, a tolerar ciertos embates del destino. Pero todos necesitamos un punto de apoyo, un eje sobre el cual giran todas las demás cosas. Si desapareciera, perderíamos el equilibrio, y en vez de girar rodaríamos sin rumbo, a veces hasta caer.

A veces intento buscarlo, pero cuando pareciera que lo puedo asir, se me escapa de las manos. Me corrijo: lo suelto, no quiero saberlo. Porque al apretar la mano, comienzo a sentir lo que sería perderlo, como si me rozara una bala y me hiciera un raspón.

Tal vez el desafío más grande de nuestra vida es volver a encontrarlo una vez perdido. Seguramente otro, ese no podrá ser más. Pero me gusta creer que es posible construir otro, para volver a girar y recuperar el equilibrio. No sé si es algo que uno pueda hacer solo. Hay otros, que como si fueran canales, nos pueden ayudar a encauzar el rumbo.

"Dame un punto de eje y moveré mi mundo"

miércoles, 20 de julio de 2011

Estado civil: libre

Mirando el tráfico, esperando el colectivo, veo pasar un taxi. Llama mi atención el cartel de "libre", daba la impresión de ser fotografiable. Pero ahí se me cruza una asociación, en donde se superponen el cartel con mi estado amoroso. Sigo asociando. La primera es: una vaga idea en la cual yo sería como un taxi libre, y ante el miembro (superior) levantado de alguien acudo, dando cabida en mi cuerpo amarillo y negro. Río ante la idea, ya que ni por asomo se asemeja a la realidad (soy un taxi pobre). ¿Libre será por libertad? ¿De hacer lo que quiera, donde quiera, con quien quiera? ¿De invitar a alguien a mi taxi? Podría ser. Aunque también el taxi podría ser mi corazón, y el libre estaría anunciando una vacante. Vacante que podría ocupar alguien que pueda pasar del asiento trasero, tan circunstancial, al asiento del acompañante, del que te ceba mate cuando vas por la ruta.

martes, 19 de julio de 2011

Encuentro del espejo

Un día me encontré con tu espejo. Fue de casualidad, o casi. Podría haberte encontrado a vos, o a ambos. Pero no, me encontré con tu espejo. Me saludó amistosamente y le devolví gentilezas. Luego, nos perdimos de vista. Más tarde volvimos a cruzarnos. Me preguntó por mí, le pregunté por él. Así me enteré cosas del espejo. Quise preguntarle por vos, pero nos interrumpieron y se lo llevaron de mi lado. Ese día todos dudaron de si eras vos o el espejo. Yo no dudé.

Los espejos nos devuelven una imagen de nosotros mismos, que es similar a nosotros, no exacta. Está invertida, en dos dimensiones y sólo vemos una parte; otra queda oculta, como el lado oscuro de la luna. 
Alguna vez, fuimos transparencia (o por lo menos traslúcidos). Hoy no sé si es posible encontrarnos. Porque algún otro día, de casualidad, o casi, podemos llegar a cruzarnos. Pero ese día, me temo, podríamos llegar a producir el encuentro de dos espejos.

lunes, 18 de julio de 2011

[...] eran los de antes...

No hay como los de antes. Antes duraban toda la vida, ahora después de cuatro o cinco años hay que conseguir otro porque no funciona más. Y lo peor es que tal vez se podría arreglar, pero a veces parecería que cuesta más arreglarlo que conseguir uno nuevo y listo.

[no se si hablamos de las relaciones amorosas o de los electrodomésticos]