Vivimos en una era velocista, apurada. Se corre rápido, pero se deja poca huella. Fast food, fast love, un rapidito y a seguir. No podemos enfermarnos, no podemos estar sin hacer nada sin que sea un pecado, o por lo menos aparezca una culpabilidad por el tiempo de ocio. "No tengo tiempo de ver un programa en la tele, me veo uno con videos de varios, y si no puedo ver algo lo veo cuando puedo en internet". "No me voy a poner a leer sobre filosofía, miro algo en Wikipedia y listo".
Todo conocimiento masticado sabe mejor. Hasta la espiritualidad masticada sabe mejor. Por eso experimentamos el auge de la espiritualidad de bolsillo. Un proverbio chino por acá, un mantra hindú por otro lado, la fábula del zorrito que se comió al conejo y alguna canción popular con tintes optimistas que hable de la vida y la felicidad. Un combo, que no sabemos si viene con papas fritas o con aros de cebolla.
Pero así como aunque lo diga la propaganda, un celular o un auto no te van a hacer mejor persona, ni más interesante, lindo, exitoso, lo que sea, leer lo que dice un tipo sobre Buda no te va a dar tranquilidad tampoco. Las frases hechas van y vienen, hasta que en algún momento significan algo para nosotros, nos identificamos y las hacemos propias.
Yo creo que en el vértigo actual, no hay posibilidad del espiritismo express. Si estamos girando en una calesita, hay que poder bajarse, y luego de que se nos pase el mareo, podremos quedarnos quietos, y desde allí mirar hacia la calesita, que sigue girando al lado nuestro, y hacia adentro de nosotros mismos.
Sin embargo, de todo esto veo algo positivo. Esta época actual también nos brinda la oportunidad de estar abiertos a otras sensaciones, vivenciares, bienestares. Muchas veces esta pseudoespiritualidad es el camino de muchos para llegar a otros modos de ver la vida.
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