"Jo, jo, jo! Feliz Navidad", gritaba el anuncio en la pared. Unas miradas furtivas espejaban aquello que sucedería. Fluía a borbotones, se estrechaban entre sí.
Un brote nuevo acechaba. Aquellos fulgores desaparecerían. Un miesterio nuevo, frágil, futil.
Mi acera está verde. Rojo detiene. Azul posibilita. Naranja desorbita.
La estación espacial, colmada de turistas, esperaba la decisión. ¿Sería aquella vuestra casa?¿Nuestra casa?. Autodestrucción aceptada. ¿Cómo sobrevivir dinamitando parte de nosotros mismos? La estrella se acercó y hubo un resplandor. Ya no había más temor.
Una solitaria dama blanca espiaba la fuente. Aquel hombre había desaparecido. La distancia era cero. Prontamente la realidad desaparecería, hundida en la nada. Escapar del infinito es más difícil cuando sabés que aquello va a terminar. Sin espadas ni prejuicios. Sin aquello que te lastimó. Sólo palabras que refresquen el alma. Es el fin de la hipocresía.
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